martes, mayo 17, 2005

La prueba del Laberinto

Fernando Sánchez-Dragó, 1991

Están muy de moda los libros que sacan los trapos sucios de Jesucristo y realmente me da la impresión (sin querer generalizar) que se escribe bastante basura en ese tema. Resultará en comparación con todos ellos muy original La prueba del Laberinto, un libro sobre Jesucristo escrito en 1991 y, además, premio Planeta.

Trata de un famoso escritor al que le encargan escribir una autobiografía de Jesucristo. Al principio se muestra reticente ya que escribir un libro sobre Jesucristo es lo que siempre ha querido hacer y no ha sabido cómo empezar, pero finalmente toma la decisión de aceptar el reto y emprender un viaje a Jerusalén. Lo del libro es una excusa, el objetivo auténtico del autor es conocer al jesucristo que lleva dentro, pasar La prueba del Laberinto.

Es una novela sobre religión y religiones: en el fondo todas las religiones serían la misma si nos quedamos con el mensaje auténtico de ellas y nos olvidamos de todo su envoltorio eclesiástico. De hecho el autor proporciona alguna evidencia mitológica de que religiones que parecen no tener nada que ver tienen muchos elementos en común.

De momento mi comentario da la impresión de hablar sobre uno de esos libros que destrozan a la Iglesia, y no es así. Aunque se saquen 'trapos sucios' sobre Jesucristo y la Iglesia, el autor no se beneficia de ello para dar pie a un thriller de rápida trama, sino que usa esos 'trapos sucios' para ahondar más en su discusión, y ésos refuerzan su fe en Jesús.

Me explicaré explicando uno de los argumentos del autor. Él pone en duda que Jesucristo resucitase. Sin embargo, ¿quiere decir eso que tiene menos fe? La respuesta fácil sería decir que sí. Si nembargo , él piensa que dudar de la resurrección le convierte en buen cristiano, ya que lo que a él le mueve es el mensaje de Jesús y no si resucitó o no. Endeble, por contra, sería la fe de aquél que necesitase creer a pies juntilla en la resurrección para mantener su condición de cristiano.

Me recuerda a la posición de mi profesor de religión, que considero muy razonable a pesar de no considerarme religioso. Decía: "Yo soy cristiano. Solo puedo acercarme a pensar que Dios existe, pero no puedo demostrarlo. El paso irracional que tengo que dar se llama fe. "