
El Péndulo de Focault (Umberto Eco) es una novela sobre "gente que empieza a creer en cosas ocultas". Siento describirlo de manera tan simplista, pero no son mis palabras,
son las del propio Umberto Eco.
Es uno de los mejores libros que he leído en el pasado reciente.
La trama principal nos planta a tres trabajadores de una editorial, cultos y peculiares, que reciben el encargo de elaborar una colección de libros sobre ocultismo, bajo el pretexto de un "boom" comercial en dicha materia. En tal empresa, los tres editores se topan con una larga serie de personajes pintorescos que defienden las más extravagantes teorías sobre templarios, druidas, la tierra hueca, corrientes telúricas y demás alucinaciones. Como burla, crean un juego intelectual: a partir de un viejo documento que posee uno de esos "diabólicos" y que según él sería un importante mensaje en de la época de los templarios, los protagonistas empiezan imaginar un complejo Plan. Primero sólo se trata de encajar piezas y reinventar la leyenda de los templarios, más o menos al estilo de lo
que hoy sería el Código Da Vinci. Pero la diversión va
in crescendo y pronto empiezan a añadir más y más elementos. Sin saberlo, los protagonistas estarán reescribiendo poco a poco la historia del mundo, o lo que es lo mismo: creando una nueva religión... lo que no pueden sospechar es que siempre hay gente dispuesta a creer, gente que llevaba tiempo esperando una revelación, que se tomará estas historias demasiado en serio y, para entonces, el Plan será grande e imparable, los personajes estarán metidos en él hasta el fondo y las fronteras entre lo real y lo inventado se desvanecerán.
Uno de los temas principales del libro es el de las creencias extrañas, o de cómo resultan más creíbles las cosas complicadas y contradictorias que las que tienen una explicación sencilla. Me viene a la cabeza el ejemplo reciente de esa gente que está convencida de que el hombre no llegó a la Luna, sólo por haber visto un amarillista programa televisivo, y que están dispuestos a seguir creyendo y, lo que es peor, a desoir a las autoridades científicas. Como dice una de las novias de Casaubon, el principal protagonista, no creemos a un médico cuando dice que debemos lavarnos las manos, pero en cambio creemos a uno cualquiera que va vendiendo una loción crecepelo. Lo que vosotros habéis inventado es una loción crecepelo, es sucio, dice ella, si mal no recuerdo.
En otro episodio clave, Belbo, el otro protagonista dice algo así como "crea tu religión, sugiere algo vago y sin sentido. Si viene alguien y lo concreta, lo excomulgas. Si viene alguien, lo contradice y lo hace más vago aún, lo beatificas".
El autor para nada se toma prisas en hacer avanzar la trama, pero cada página, hable de lo que hable, es densa en algún sentido. Algunos tachan sus obras de pedantes; en cualquier caso la realidad es que Eco es una persona extremadamente culta.